El inicio de la campaña presidencial de Claudia Sheinbaum en Lagos de Moreno, Jalisco, y la designación de los moderadores para el primer debate presidencial son apenas piezas en un tablero político marcado por el cinismo, la incompetencia y la descomposición institucional. Mientras Morena intenta perpetuar un gobierno que ha fallado en resolver los problemas más básicos del país, la puesta en escena de estas elecciones parece más un teatro bien ensayado que un intento real de enfrentar la crisis que vive México.
Sheinbaum y el cinismo del simbolismo vacío
Claudia Sheinbaum, heredera política de Andrés Manuel López Obrador, eligió Lagos de Moreno para arrancar su campaña, un lugar profundamente afectado por la violencia. Sin embargo, este gesto simbólico se queda en eso: un acto vacío. ¿De qué sirve pararse en una de las zonas más golpeadas por el crimen organizado si no se tienen respuestas claras ni propuestas viables para revertir la tragedia nacional?
El gobierno de Morena, del que Sheinbaum es pieza clave, será recordado como uno de los más violentos en la historia reciente de México, con más de 190 mil homicidios dolosos acumulados. La estrategia de seguridad basada en “abrazos, no balazos” ha fracasado rotundamente, dejando a comunidades enteras en manos de cárteles que operan con total impunidad. Pretender que este gobierno tiene la capacidad o la intención de cambiar el rumbo es, como mínimo, un insulto a la inteligencia de los mexicanos.
Debates: el riesgo de otro circo político
Por otro lado, la designación de Denise Maerker y Manuel López San Martín como moderadores del primer debate presidencial pone sobre la mesa una oportunidad única, pero también un enorme riesgo. En un país harto de discursos huecos y ataques personales, los debates deben ser espacios para exigir claridad y rendición de cuentas. Sin embargo, el historial de los debates presidenciales en México está plagado de superficialidad, ataques sin sustancia y moderadores que ceden al espectáculo.
Los moderadores tienen la responsabilidad de poner a los candidatos contra la pared, exigiendo respuestas concretas sobre temas clave como la inseguridad, la economía y el futuro de las instituciones democráticas. Pero si este ejercicio se convierte en otro circo político, será un duro golpe a la ya frágil confianza en el proceso electoral.
Un gobierno que promete más de lo mismo
Claudia Sheinbaum representa la continuidad de un gobierno que ha acumulado una lista interminable de fracasos. Desde la falta de crecimiento económico hasta la crisis en seguridad, pasando por el debilitamiento de las instituciones democráticas, el legado de Morena es uno de promesas incumplidas y un discurso populista que ya no convence a un país cansado.
En Lagos de Moreno, donde la violencia ha dejado heridas profundas, la presencia de Sheinbaum no puede ser vista como un gesto de empatía, sino como un recordatorio de que el gobierno que representa ha sido incapaz de proteger a sus ciudadanos. ¿Qué diferencia puede ofrecer una candidata que es, en esencia, la continuidad de un régimen que no ha cumplido?
El verdadero enemigo: el autoengaño colectivo
Tanto el inicio de campaña de Sheinbaum como los próximos debates son momentos críticos para los ciudadanos. No podemos seguir cayendo en el autoengaño colectivo de creer que las mismas fórmulas y los mismos personajes traerán soluciones. México necesita más que simbolismos y promesas; necesita un cambio radical que Morena, con Sheinbaum a la cabeza, no parece dispuesto ni capaz de ofrecer.
Los ciudadanos debemos entender que la continuidad de este régimen no es solo un riesgo político, sino una amenaza directa a la viabilidad del país. Si los debates se convierten en meras puestas en escena y los candidatos no enfrentan un verdadero escrutinio, el único perdedor será México.
Reflexión final: de los gestos a la acción
El teatro político que estamos presenciando no debe distraernos de la gravedad de la situación. Claudia Sheinbaum y Morena representan más de lo mismo, mientras el país se hunde en la violencia, la corrupción y la impunidad. Los debates y las campañas no pueden ser solo ejercicios de propaganda; deben ser espacios donde los candidatos demuestren con claridad que tienen la capacidad y la voluntad de sacar a México del abismo.
No podemos permitirnos otros seis años de promesas incumplidas y crisis permanentes. Es hora de que los ciudadanos exijamos más, porque la alternativa es la resignación ante un futuro marcado por el desastre. México merece mucho más que el teatro al que hoy estamos sometidos.