La danza de los indignos: políticos que hoy aplauden lo que ayer condenaban

La danza de los indignos: políticos que hoy aplauden lo que ayer condenaban

La adhesión de Alejandra Del Moral a la campaña de Claudia Sheinbaum no es un hecho aislado, sino una muestra más del chapulineo, el servilismo y la falta de dignidad que caracteriza a gran parte de la clase política mexicana. Estos movimientos estratégicos, disfrazados de “alianzas por el bien del país,” son, en realidad, intentos desesperados de asegurar espacios de poder a toda costa, incluso si eso significa renunciar a principios, discursos y convicciones que alguna vez defendieron.

La política mexicana está plagada de personajes que, en su afán de mantenerse vigentes, han cruzado líneas ideológicas con una rapidez que solo puede explicarse por el interés personal. Hoy, figuras que hace años calificaban al proyecto de Morena como una amenaza para la democracia, no solo han abrazado la causa oficialista, sino que han contribuido a perpetuar las prácticas que antes criticaban.

Ejemplos de los impresentables

  1. Manuel Espino: Exlíder nacional del PAN y férreo crítico de la izquierda en el pasado, hoy es un defensor incondicional de Morena y ha ocupado cargos en este gobierno. Espino es el ejemplo perfecto de cómo los principios pueden ser desechados en función de la conveniencia política.
  2. Gabriela Cuevas Barrón: Antaño una figura prominente del PAN y una crítica abierta de López Obrador, Cuevas decidió abrazar a Morena y justificar todo aquello que alguna vez condenó, desde el debilitamiento de los contrapesos hasta el uso clientelar de los programas sociales.
  3. Claudia Pavlovich: Exgobernadora priista de Sonora, Pavlovich aceptó el puesto de cónsul en Barcelona bajo el gobierno de Morena, dejando atrás las críticas que ella misma había lanzado contra AMLO durante su gestión. Su adhesión al oficialismo muestra cómo las promesas de cargos internacionales son suficientes para cambiar de bando.
  4. Mariano González Zarur: Exgobernador priista de Tlaxcala, ahora aliado de Morena, demuestra que las alianzas partidistas pueden ser desechadas fácilmente si el poder lo exige. Su cambio de lealtad es un reflejo de cómo la supervivencia política está por encima de cualquier ideología.
  5. Esteban Moctezuma: El exsecretario de Gobernación en tiempos del PRI, un partido al que Morena señala como la encarnación de todo lo malo, fue recibido con los brazos abiertos en el actual gobierno y se le confió la Secretaría de Educación Pública, en un acto que grita contradicción.

La destrucción que ahora aplauden

Estos y otros personajes no solo han cambiado de bando; han decidido convertirse en defensores de un proyecto que está debilitando las instituciones democráticas que ellos mismos ayudaron a construir o defendieron en el pasado. En su servilismo, son cómplices de la centralización del poder, el debilitamiento del INE, los ataques a la libertad de prensa y la militarización de tareas civiles. Lo que antes era una bandera de lucha para ellos, hoy es un precio que están dispuestos a pagar por mantenerse vigentes.

La hipocresía de estos actores no solo es un insulto a los ciudadanos; también es una burla a la política misma. Cambian de lealtades no por un cambio genuino de convicciones, sino por la promesa de cargos, privilegios y relevancia en el nuevo orden. Esta falta de dignidad socava la confianza en las instituciones y en la clase política, reforzando la percepción de que los políticos solo buscan el poder por el poder mismo.

El costo de su oportunismo

El oportunismo de estos personajes tiene un impacto profundo en la democracia mexicana. Al normalizar el cambio de lealtades como una estrategia aceptable, se diluyen las diferencias ideológicas que deberían enriquecer el debate político. Además, envían un mensaje peligroso: en la política mexicana, lo que importa no son las ideas ni los principios, sino la capacidad de adaptarse al grupo que detenta el poder.

La adhesión de figuras como Alejandra Del Moral y otros a Morena y Claudia Sheinbaum es un síntoma de un sistema político donde los principios han sido relegados al último lugar. Estos movimientos no son un reflejo de unidad, sino de oportunismo, y demuestran que la destrucción que muchos de estos personajes criticaron en el pasado es ahora el proyecto que aplauden y promueven.

México merece una clase política con valores, principios y una visión de futuro clara. Lo que vemos hoy es una danza de los indignos, una carrera por el poder sin importar el costo. Y mientras estos personajes se aseguran su lugar en el juego, quienes pierden son los ciudadanos que aún creen en la posibilidad de una política auténtica, responsable y comprometida con el bienestar común.

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