La sombra de López Obrador sobre la presidencia de Claudia Sheinbaum

La sombra de López Obrador sobre la presidencia de Claudia Sheinbaum

La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia debería ser un momento histórico para México, un paso importante hacia la igualdad de género y el reconocimiento del papel de las mujeres en la política. Sin embargo, este avance se ve empañado por la sombra omnipresente de Andrés Manuel López Obrador, cuya influencia no solo marcó el rumbo de su campaña, sino que ahora amenaza con definir los límites de su gobierno.

Hablar de un “momento feminista” cuando Sheinbaum llega al poder bajo el tutelaje de un hombre cuya figura domina todas las decisiones políticas del movimiento que representa, es, como mínimo, una contradicción. No se puede reivindicar la independencia de las mujeres mientras se actúa como extensión de un proyecto político que, aunque disfrazado de transformación, sigue profundamente anclado en el centralismo masculino.

Una presidencia sin autonomía real

La campaña de Sheinbaum no fue la de una mujer libre que construyó su camino al poder, sino la de una candidata cuidadosamente seleccionada y promovida por López Obrador, quien dictó cada paso del proceso. Su victoria, aunque legítima en las urnas, lleva consigo el peso de una narrativa en la que la independencia quedó relegada a segundo plano.

¿Cómo puede hablarse de una transformación feminista si su llegada al poder depende de un hombre que ha concentrado más poder que cualquier otro presidente reciente? La falta de un desmarque claro y contundente de Sheinbaum respecto a López Obrador no solo deslegitima su papel como primera mujer presidenta, sino que también perpetúa la idea de que el poder femenino solo es posible bajo la tutela masculina.

La contradicción de una transformación feminista

Sheinbaum ha prometido que su gobierno será un hito para las mujeres, pero las palabras se vuelven vacías si no van acompañadas de acciones que demuestren una verdadera independencia. Hasta ahora, su discurso ha estado plagado de referencias a la continuidad del proyecto de López Obrador, sin ofrecer una visión propia o diferenciada. Esto no es feminismo; es la perpetuación del poder bajo un nuevo rostro.

El verdadero feminismo en el poder implica cuestionar y desafiar las estructuras que han mantenido a las mujeres al margen. Sin embargo, el ascenso de Sheinbaum parece más un acto simbólico que una ruptura real con el pasado. Su compromiso con la igualdad de género no puede limitarse a llenar gabinetes con mujeres si estas, al igual que ella, no tienen la autonomía para tomar decisiones que trasciendan las órdenes del poder central.

El reto de construir una identidad propia

Claudia Sheinbaum tiene la oportunidad de demostrar que su presidencia no es solo una extensión del mandato de López Obrador. Para ello, debe construir un proyecto político propio, desmarcarse de las decisiones que han debilitado a las instituciones democráticas y establecer un compromiso claro con la pluralidad y la justicia social, sin las ataduras del pasado.

Si Sheinbaum no toma este camino, su mandato no será recordado como un avance feminista, sino como una oportunidad perdida. La historia no juzgará solo su género, sino también la calidad y autonomía de su gobierno. Su desafío es monumental: demostrar que puede liderar sin la sombra de quien la precedió, un reto que hasta ahora no ha mostrado voluntad de enfrentar.

Reflexión final: un momento histórico que debe ir más allá del símbolo

La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia es histórica, pero su trascendencia dependerá de su capacidad para gobernar con independencia y visión propia. Si continúa actuando como un apéndice del proyecto de López Obrador, no estará reivindicando el papel de las mujeres en la política, sino consolidando la idea de que solo pueden llegar al poder bajo la tutela masculina.

México necesita más que un símbolo; necesita un liderazgo que rompa con las dinámicas del pasado y abra un camino real hacia la igualdad. Claudia Sheinbaum tiene en sus manos la posibilidad de redefinir lo que significa ser la primera mujer en gobernar este país, pero para lograrlo, debe liberarse de la sombra que ha definido su trayectoria hasta ahora. Si no lo hace, su presidencia será recordada no por sus avances, sino por las oportunidades que dejó pasar.

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