Lo que ocurrió en Venezuela es un claro recordatorio de los peligros inherentes a los regímenes autoritarios que se disfrazan de democráticos. Durante años, Nicolás Maduro ha manipulado el sistema electoral, sometido a la oposición, y controlado la narrativa, todo mientras se presentaba como el legítimo gobernante elegido por el pueblo. La fachada de democracia que Maduro construyó terminó por consolidar una dictadura, y ahora México, bajo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y el actual sistema político, corre el riesgo de seguir un camino similar, donde la ilusión de una elección libre y justa se desvanece, dejando a la nación atrapada en un autoritarismo encubierto.
El modelo venezolano como advertencia
En Venezuela, la manipulación de los procesos electorales comenzó con pequeñas concesiones y la exclusión progresiva de la oposición. A medida que el poder de Maduro se consolidaba, las elecciones que se realizaban en el país fueron perdiendo toda credibilidad. Lo que antes era una democracia representativa se transformó en una farsa donde las urnas ya no reflejaban la voluntad popular, sino la perpetuación de un sistema corrupto y dictatorial. A través de prácticas como la sobre-representación de ciertos partidos, la intimidación de votantes y el control total sobre los medios de comunicación, Maduro consiguió mantener una apariencia de democracia mientras, en realidad, estaba sometiendo a su población a un régimen autoritario.
México hoy se enfrenta a una situación similar. La manipulación de las instituciones electorales, la descalificación de los opositores, y la centralización del poder en manos de un solo partido ya han comenzado a mostrar las primeras señales de que el camino hacia un régimen autoritario podría estar muy cerca. A través de una narrativa en la que se presenta un “gobierno del pueblo”, pero en realidad se utiliza el aparato estatal para garantizar el control absoluto del poder, el gobierno mexicano está erosionando los pilares fundamentales de la democracia.
La farsa de las elecciones libres en México
Lo que sucede en México es que, aunque las elecciones sigan realizándose y los ciudadanos todavía voten, el resultado ya está prácticamente asegurado para quienes ocupan el poder. La manipulación del sistema de sobrerrepresentación, como el que vemos con Morena y sus aliados, distorsiona la representación popular y le da a un solo partido un poder absoluto, como sucedió en Venezuela. La falta de contrapesos en el sistema judicial y el control que el Ejecutivo ha ido tomando sobre instituciones clave como el INE (Instituto Nacional Electoral) son claros indicios de que la estructura de poder está siendo diseñada para garantizar la perpetuación de un régimen que actúa en función de sus propios intereses, no de los del pueblo.
Al igual que en Venezuela, la democracia mexicana está siendo socavada desde dentro. Las voces críticas son minimizadas y descalificadas como “enemigos del pueblo”, y la legitimidad de las elecciones es cuestionada constantemente por el oficialismo, que acusa a la oposición de ser parte de un complot internacional. Si no reaccionamos a tiempo, el sistema electoral que hoy parece democrático podría convertirse en una simple formalidad para dar el visto bueno a un gobierno que ya ejerce el control total sobre las instituciones.
La persecución de opositores: un camino hacia la autocracia
Un elemento esencial de los regímenes autoritarios es la persecución de opositores. En Venezuela, esto se tradujo en arrestos arbitrarios, prohibiciones para que los líderes opositores pudieran postularse y una constante campaña de difamación en su contra. En México, aunque aún no hemos llegado a este nivel de represión abierta, la judicialización de la política y la constante intimidación contra figuras de la oposición ya son prácticas que comienzan a reflejar la estrategia autoritaria que Maduro utilizó en Venezuela.
Las acusaciones de corrupción, los procesos judiciales orquestados y las campañas mediáticas en contra de quienes critican al gobierno no son coincidencias; son tácticas para silenciar a quienes osan cuestionar el poder. Si este patrón se mantiene, el país podría estar caminando hacia un escenario similar al de Venezuela, donde las voces disidentes se extinguen poco a poco.
El control sobre los medios: la creación de una “verdad” oficial
En Venezuela, el control sobre los medios de comunicación fue uno de los primeros pasos para garantizar la permanencia del régimen de Maduro. Al controlar las principales plataformas de información, el gobierno pudo difundir su propia versión de la realidad, eliminando cualquier crítica que pudiera poner en peligro su autoridad. Los medios de comunicación independientes fueron silenciados o cooptados, lo que permitió que el régimen continuara con su narrativa sin resistencia.
En México, la situación es preocupante. Aunque no hay un control absoluto de los medios, sí se ha comenzado a ver una tendencia preocupante hacia la censura y la persecución de periodistas. La libertad de expresión está siendo cada vez más amenazada por los ataques del gobierno a la prensa libre, lo que recuerda lo que sucedió en Venezuela antes de la completa consolidación del régimen de Maduro.
Reflexión final: Un riesgo que debemos enfrentar
La simulación de democracia que se vive en Venezuela es una advertencia para México. Si no se toman medidas para garantizar un sistema electoral transparente, justo y plural, el país podría terminar como Venezuela, donde las elecciones ya no representan la voluntad del pueblo, sino una herramienta para consolidar un régimen autoritario.
El riesgo es claro: México está caminando por un sendero peligroso si sigue permitiendo que el poder se concentre en manos de un solo grupo. No podemos permitir que la democracia se convierta en una farsa, como en Venezuela. El tiempo de actuar es ahora. Si no reaccionamos, mañana será demasiado tarde, y el país podría estar atrapado en un ciclo de autoritarismo que nos costará mucho más que unas elecciones manipuladas.