Claudia Sheinbaum: ¿un nuevo comienzo o el mismo camino disfrazado?

Claudia Sheinbaum: ¿un nuevo comienzo o el mismo camino disfrazado?

El 1 de octubre de 2024, Claudia Sheinbaum hizo historia al convertirse en la primera mujer presidenta de México. Pero detrás de los aplausos por este logro histórico, persisten serias dudas sobre su capacidad para liderar de manera independiente un país que sigue atrapado en la inseguridad, la pobreza y la polarización. La sombra de Andrés Manuel López Obrador, su mentor político, es alargada y, para muchos, opresiva. ¿Es Sheinbaum realmente una líder con ideas propias o simplemente una extensión del exmandatario, que gobernará como su calca y títere?

El sexenio de López Obrador, con toda su retórica de transformación, deja un legado marcado por el fracaso en los temas que más importan a los mexicanos. La violencia no solo no disminuyó, sino que alcanzó niveles históricos, con más de 150 mil homicidios durante su mandato. Las promesas de acabar con la corrupción se convirtieron en un discurso hueco, mientras el país veía escándalos en su círculo más cercano, desde contratos oscuros hasta familiares incómodos. Y en cuanto a la economía, el supuesto “bienestar” pregonado por Morena no fue más que migajas disfrazadas de ayuda, mientras las inversiones caían y el crecimiento económico languidecía.

Ahora Sheinbaum, elegida bajo el paraguas de Morena y la maquinaria política de López Obrador, promete continuidad. Y aquí está el problema: si la continuidad significa seguir por el mismo camino, los mexicanos deberían preocuparse. ¿Qué podemos esperar de un gobierno que, hasta ahora, ha demostrado poca capacidad para resolver problemas estructurales? ¿Qué tan independiente puede ser una presidenta que debe su carrera política y su llegada al poder al hombre que ahora abandona el escenario, pero claramente no se retirará del todo?

La reforma judicial aprobada recientemente, que pretende someter a los jueces al voto popular, es un claro ejemplo de cómo Morena ha priorizado el control político sobre la democracia. López Obrador y su partido disfrazaron esta medida como un avance democrático, pero en realidad, representa un golpe directo a la independencia del Poder Judicial. Sheinbaum, lejos de cuestionar esta reforma, la ha respaldado sin titubeos, confirmando el temor de que no habrá una separación real entre su mandato y el legado de su mentor.

Además, el discurso de Sheinbaum sobre justicia social suena desgastado. Los programas asistencialistas que Morena ha promovido no han sacado a millones de la pobreza; los han mantenido dependientes. Mientras tanto, la militarización del país ha continuado, con el Ejército ocupando cada vez más espacios de poder, desde la seguridad hasta el control de infraestructuras. ¿Cómo puede llamarse transformación a una política que perpetúa la desigualdad y debilita las instituciones democráticas?

Los mexicanos enfrentan ahora una dura realidad: apostaron nuevamente por Morena, un partido que ha demostrado ser experto en maquillar sus carencias con discursos populistas y promesas vacías. Pero las cifras no mienten: la inseguridad, la pobreza y la falta de crecimiento económico están ahí, y no se solucionan con retórica.

Sheinbaum tiene una oportunidad histórica para demostrar que no es una extensión de López Obrador, pero hasta ahora, su discurso y sus acciones sugieren lo contrario. Si sigue los pasos de su predecesor, los mexicanos podrían encontrarse en seis años con un país más dividido, más violento y más pobre.

La historia juzgará a este nuevo gobierno, pero los ciudadanos no deberían esperar tanto para evaluar si realmente están en el camino correcto. ¿Será Claudia Sheinbaum la líder que México necesita o simplemente otro capítulo de un gobierno que promete transformación y entrega miseria disfrazada de bienestar? El tiempo dirá, pero esperemos que los mexicanos no se arrepientan de haber optado por la continuidad de un modelo que ya ha demostrado sus enormes fallas.

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