No puedo guardar silencio. Lo que está sucediendo en México con la desaparición del INAI no es un simple ajuste presupuestario, ni una medida administrativa. Es un golpe directo al corazón de nuestra democracia, una maniobra calculada para debilitar al ciudadano y fortalecer el poder sin vigilancia. Estamos siendo testigos de la demolición de una de las herramientas más importantes que teníamos para defendernos del abuso y la corrupción.
El INAI no es un lujo ni un capricho burocrático. Es la línea de defensa que nos permite acceder a la verdad en un país donde las mentiras y la opacidad han sido, históricamente, las herramientas predilectas del poder. Cuando nos quitan el derecho a saber, nos quitan el derecho a decidir. Nos están dejando ciegos en un momento donde más necesitamos claridad.
Imagínense por un momento: ¿qué pasaría si ya no pudiéramos preguntar cómo se gasta el dinero público, quiénes son los beneficiarios de los contratos millonarios o qué hay detrás de las políticas que afectan nuestras vidas? Eso es lo que buscan al desaparecer al INAI. Sin transparencia, el gobierno podrá operar en las sombras, ocultando irregularidades y fortaleciendo redes de corrupción sin temor a ser descubiertas.
Lo que más indigna es el cinismo con el que se presenta esta medida. Nos dicen que es para ahorrar dinero, como si proteger nuestra democracia y nuestros derechos fuera un gasto innecesario. Pero todos sabemos la verdad: sin transparencia, la corrupción se encarece. Cada contrato opaco, cada programa social manipulado y cada peso desviado le cuesta al país millones. La opacidad no ahorra; roba.
La desaparición del INAI no es un acto aislado, es parte de una estrategia más grande. Poco a poco, se están desmantelando los contrapesos que garantizan un gobierno democrático. Cada institución autónoma que desaparece, cada organismo que pierde independencia, nos acerca más a un modelo autoritario donde las decisiones se toman sin consulta ni rendición de cuentas.
¿Y qué pasa con nuestros datos personales? En un mundo cada vez más digitalizado, la protección de nuestra privacidad no puede depender de la buena voluntad de quienes gobiernan. Sin el INAI, no habrá un organismo que garantice que nuestra información no sea usada de manera indebida o con fines políticos. Estamos hablando de un riesgo directo para nuestra seguridad y nuestras libertades individuales.
Quienes defienden esta decisión intentan minimizar su impacto, pero no hay que ser ingenuos. Un México sin transparencia es un México donde la corrupción se convierte en la norma, donde la verdad es un privilegio de unos pocos y donde los ciudadanos perdemos la capacidad de exigir justicia.
La desaparición del INAI no solo afecta a periodistas, activistas o académicos; nos afecta a todos. Cuando no sabemos a dónde van nuestros impuestos, los servicios públicos empeoran. Cuando no podemos fiscalizar los programas sociales, estos se convierten en herramientas de manipulación política. Cuando no tenemos acceso a la información, somos más vulnerables al abuso.
Es momento de preguntarnos: ¿qué clase de país queremos dejar a las futuras generaciones? Si permitimos que el INAI desaparezca, estaremos enviando un mensaje claro: estamos dispuestos a tolerar un gobierno que no rinde cuentas, que no respeta a sus ciudadanos y que prioriza sus intereses por encima del bien común.
No nos equivoquemos, esto no es solo un tema político, es un tema moral. La transparencia es el pilar de la justicia, y sin justicia, no hay democracia. Este es un llamado a todos los mexicanos: no podemos quedarnos en silencio. Es nuestra responsabilidad exigir que el INAI permanezca, que la transparencia sea defendida y que los derechos de los ciudadanos no sean sacrificados en nombre de un falso ahorro.
La historia nos juzgará por lo que hagamos hoy. No permitamos que el apagón de la transparencia se convierta en la norma. México merece más, y nosotros, como ciudadanos, tenemos el deber de luchar por ello. Este es nuestro momento de resistir. Este es nuestro momento de defender la verdad.