Un gobierno incapaz de defender la soberanía económica.
La situación actual que enfrenta México en el marco del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) no solo es crítica, sino que pone al descubierto una serie de debilidades estructurales, diplomáticas y de liderazgo que han llevado al país a una posición de vulnerabilidad en el escenario internacional. El T-MEC, concebido como un motor de integración económica y prosperidad regional, hoy parece más un terreno fértil para el aislamiento, la confrontación y, peor aún, la humillación.
Un gobierno incapaz de defender la soberanía económica
El gobierno mexicano, liderado por Claudia Sheinbaum, parece haber subestimado la magnitud de los retos asociados con la relación comercial trilateral. Las acusaciones de Canadá sobre el uso de México como “puerta trasera” para productos chinos y las amenazas del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, de imponer aranceles unilaterales, han dejado en evidencia una falta de estrategia y preparación para anticipar y contrarrestar estas embestidas.
Lejos de posicionarse como un actor proactivo y asertivo, el gobierno mexicano ha reaccionado tarde y con medidas que, más que soluciones, parecen gestos vacíos destinados a contener el daño político interno. Mientras Estados Unidos y Canadá aprovechan cada oportunidad para presionar y sacar ventaja, México se encuentra en la incómoda posición de tener que justificar sus acciones, sin un plan concreto que respalde su postura.
El costo del desprestigio internacional
El trato recibido por México en este contexto roza la humillación. Desde las declaraciones despectivas de Trudeau hasta la retórica beligerante de Trump, México ha sido retratado como un socio poco confiable, incapaz de hacer cumplir los estándares del acuerdo. Esta percepción no solo erosiona nuestra posición en el T-MEC, sino que también amenaza nuestra reputación como un destino viable para la inversión extranjera.
La falta de respuesta contundente por parte del gobierno mexicano, incluso frente a ataques directos, alimenta esta narrativa. La incapacidad para defender los intereses nacionales de manera firme y coherente ha convertido a México en el blanco de burlas y reproches, mientras sus supuestos aliados comerciales avanzan agendas que son abiertamente perjudiciales para nosotros.
El impacto en la economía y la sociedad
Los efectos económicos de esta situación son innegables. La incertidumbre generada por las tensiones comerciales desalienta la inversión extranjera directa, clave para sectores estratégicos como el automotriz y el agroindustrial. Además, la posibilidad de nuevos aranceles o sanciones impacta directamente en la competitividad de los productos mexicanos en mercados esenciales.
Pero el problema va más allá de la economía. La percepción de un gobierno débil, incapaz de enfrentar estos desafíos, socava la confianza pública y la moral nacional. México no solo está perdiendo terreno en términos económicos y comerciales, sino también en términos de dignidad y respeto en la arena internacional.
Conclusión: Urge un cambio de rumbo
México enfrenta una encrucijada. Si el gobierno no actúa con decisión y estrategia, corremos el riesgo de quedar relegados en una región que hemos ayudado a construir. La retórica vacía y los intentos de apaciguamiento no bastan. Se necesita una diplomacia activa, respaldada por una política interna sólida, que demuestre que México es capaz de defender sus intereses con la misma determinación que muestran nuestros socios comerciales.
El T-MEC debería ser un pilar de desarrollo, no un símbolo de nuestras debilidades. Y aunque el panorama actual sea desalentador, aún hay tiempo para rectificar. Pero para ello, el gobierno necesita abandonar la complacencia y asumir el liderazgo que esta crisis demanda. Si no lo hacemos, no solo perderemos en la negociación, sino en el juicio de la historia.