¿Realmente estamos celebrando el “tiempo de las mujeres”?

¿Realmente estamos celebrando el “tiempo de las mujeres”?

Hoy, en México, parece que estamos viviendo un momento histórico para las mujeres, pero ¿realmente es así? El gobierno de Claudia Sheinbaum se presenta ante el mundo como un defensor del feminismo, destacando la incorporación del lenguaje inclusivo en la Constitución y celebrando el ascenso de mujeres a posiciones políticas, como lo vimos con la reforma que incluye “presidenta” y “gobernadora”. Sin embargo, ¿qué tan reales son estos avances cuando observamos la implementación concreta de políticas públicas en beneficio de las mujeres?

Desde la presidencia, Sheinbaum y su administración insisten en que se está avanzando en la igualdad de género, resaltando medidas simbólicas como la inclusión de “presidenta” en la Carta Magna. Aplaudimos estos pequeños cambios, pero debemos preguntarnos: ¿cómo se están abordando las necesidades reales de las mujeres? La respuesta, tristemente, está lejos de la retórica que tanto nos venden.

En el mismo momento en que se celebran estos avances en el papel, las mujeres que realmente necesitan protección y apoyo siguen desprotegidas. La falta de un Sistema Nacional de Cuidados, el desmantelamiento de instituciones clave como el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), y la escasa inversión en programas de salud sexual y reproductiva nos muestran una verdad incómoda. Se destina dinero público a otros sectores, como el ámbito militar, pero muy poco para combatir la violencia de género o para apoyar a las víctimas de feminicidio.

Además, la inclusión de términos como “presidenta” en la Constitución y los esfuerzos por promover un lenguaje inclusivo se quedan en lo superficial. Claro, es importante visibilizar a las mujeres en cargos de poder, pero esta visibilidad no tiene sentido si no va acompañada de cambios estructurales que realmente favorezcan a todas las mujeres, especialmente a aquellas más vulnerables: las que sufren violencia, las indígenas, las trabajadoras informales, las defensoras de derechos humanos.

Lo que estamos viendo en realidad es una política de feminismo de “mercadotecnia”, que utiliza el lenguaje y las apariencias para desviar la atención de la falta de acción en temas cruciales. La política feminista de la 4T no va más allá de las palabras vacías y las sonrisas en las conferencias. Las mujeres siguen siendo invisibilizadas en las estadísticas de feminicidio y violencia, y el gobierno parece más interesado en posicionar a figuras políticas que en realmente garantizar los derechos y la seguridad de todas las mujeres.

Incluso en el ámbito de los programas de apoyo a las víctimas de violencia, el presupuesto ha sido recortado y las políticas públicas han sido insuficientes. Por ejemplo, el programa de apoyo a los refugios para víctimas de violencia ha sufrido recortes importantes, y las fiscalías especializadas en perspectiva de género siguen siendo una promesa pendiente. Esas son las verdaderas prioridades que deben ser atendidas, no la inclusión de palabras en la Constitución que, aunque importantes, no garantizan justicia ni seguridad para las mujeres.

Es importante que no se me malinterprete: mi crítica no está dirigida a las mujeres, sino a la instrumentalización de la lucha feminista con fines políticos. Me opongo al uso de la causa para propagar discursos vacíos que no se traducen en acciones concretas. Es una denuncia contra la hipocresía frente a los feminicidios, la impunidad ante los abusos, el descaro ante los atropellos y, lo más grave, la falta de voluntad para sancionar a quienes perpetúan estos crímenes, incluso cuando esos atropellos provienen de quienes deberían estar protegiendo a las mujeres.

Finalmente, mientras se continúa hablando de avances simbólicos, las mujeres que no militan en Morena o que no están alineadas con la visión oficial, quedan excluidas. El feminismo que se promueve desde Palacio Nacional no es el feminismo de todas, sino el de unas pocas que se benefician del poder, utilizando la causa de la igualdad de género como una herramienta política.

Es fundamental que empecemos a cuestionar estas medidas y exigir que el “tiempo de las mujeres” sea realmente para todas. No podemos conformarnos con discursos y reformas superficiales. Necesitamos políticas que garanticen derechos, que inviertan en la seguridad y el bienestar de las mujeres, y que no se queden solo en las palabras, sino que se reflejen en acciones concretas.

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