El Tren Maya, una de las obras insignia del gobierno federal, continúa siendo objeto de fuertes críticas por su impacto ambiental, social y económico. Este megaproyecto, iniciado bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador y heredado por Claudia Sheinbaum como candidata presidencial, enfrenta cuestionamientos que ponen en duda su viabilidad y beneficios reales.
Desde su concepción, el Tren Maya ha generado preocupación por la falta de estudios de impacto ambiental adecuados. Diversos expertos han señalado que las evaluaciones realizadas fueron apresuradas y carecen de rigor técnico. La tala de selvas y el daño a ecosistemas únicos en la región han provocado la indignación de organizaciones ambientalistas, quienes denuncian que los efectos negativos serán irreversibles.
A estas críticas se suma el desalojo de comunidades indígenas, quienes aseguran no haber sido consultadas de manera adecuada, pese a que el gobierno afirma lo contrario. Este conflicto ha levantado acusaciones de violaciones a derechos humanos, especialmente porque muchas de estas comunidades dependen directamente de los recursos naturales afectados por las obras.
La gestión del proyecto ha sido opaca y marcada por sobrecostos. Originalmente presupuestado en 120 mil millones de pesos, el costo final podría superar los 500 mil millones, según estimaciones recientes. Esta escalada presupuestal genera dudas sobre la planeación inicial y abre cuestionamientos sobre posibles actos de corrupción.
Además, la utilidad económica del Tren Maya está en entredicho. Expertos en transporte señalan que el flujo de pasajeros y carga podría no ser suficiente para justificar los gastos. Las proyecciones oficiales han sido calificadas de optimistas, y muchos temen que se convierta en un elefante blanco, incapaz de generar los beneficios prometidos.
Claudia Sheinbaum, ahora al frente de la defensa del proyecto, enfrenta críticas por su postura. Sus adversarios señalan que ha evitado responder preguntas clave sobre los problemas inherentes al Tren Maya, lo que sugiere una continuidad de las políticas de López Obrador sin introspección o ajustes necesarios.
Organizaciones internacionales también han alzado la voz. Grupos como Greenpeace han catalogado el proyecto como una catástrofe ambiental, mientras que la UNESCO expresó preocupación por los posibles daños al patrimonio cultural y natural de la región.
El Tren Maya, presentado como una obra transformadora, parece cargar más promesas incumplidas que soluciones reales para el sureste mexicano. A medida que avanza, las críticas no solo afectan su legitimidad, sino que también representan un desafío para Sheinbaum, quien busca convencer al electorado de que su continuidad en el gobierno federal es la mejor opción.
Si bien el gobierno insiste en los beneficios a largo plazo del Tren Maya, los cuestionamientos sobre su planificación, ejecución y sostenibilidad persisten, dejando una mancha en lo que pretende ser un legado transformador para México.